Un polémico artículo del diario español El Economista divulgó informes sobre las supuestas ventajas del “¨cash”. ¿Es realmente más rápido y menos costos que los medios electrónicos?
El uso del dinero en efectivo está perdiendo fuerza, pero los rumores sobre su muerte podrían haber sido exagerados. Más allá de la reticencia de algunas sociedades a olvidar los billetes y las monedas, pagar en efectivo sigue siendo el método más eficiente en términos de coste y rapidez cuando se acude a un comercio físico. Además, el efectivo sigue dotando a los ahorradores de un activo para diversificar su riqueza líquida y no depender de un intermediario.
Un estudio muestra que los pagos con efectivo llevan unos 22 segundos, frente a los 29 segundos de las transacciones con tarjeta PIN y los 38 segundos de los que requieren firma. No obstante, la duración del pago depende del precio de la compra. Hasta los 100 euros, el efectivo sigue siendo la forma más rápida, pero por encima de esa cantidad el pago con tarjeta adelanta a los billetes y monedas.
El efectivo es también más ‘barato’, en cuanto a costos de gestión y transacciones se refiere. Hasta 50 euros, el coste medio del pago en efectivo es de 24 céntimos, comparado con los 34 céntimos de una tarjeta de débito, los 97 céntimos de una tarjeta de crédito con PIN y los 1,04 euros de coste que supone el pago con una tarjeta de crédito con firma. El Bundesbank aclara que dentro de estos costes se incluyen el tiempo de trabajo en el punto de venta, el coste de transportar el efectivo y las primas de los seguros que cubren los incumplimientos de pagos con tarjeta.
Sin embargo, el propio trabajo reconoce que la imposición de los pagos “contacless” sin autorización (el pago que se realiza acercando la tarjeta y que no necesita firma ni PIN) podría cambiar los resultados del análisis. Este método es el más rápido de todos, aunque su coste seguiría superando al uso de efectivo.
Parece evidente que si la seguridad se impone y los mecanismos ganan en eficiencia, los pagos con dinero electrónico pueden imponerse de manera rotunda. Sin embargo, esto no tiene por qué acabar con la vida del efectivo, cuyo uso como ‘activo’ para acumular riqueza permite a los agentes una mayor diversificación. Además, en el caso de Europa, instituciones públicas de países con mucho peso como Alemania o Países Bajos defienden a ultranza el dinero en efectivo.
El efectivo y la libertad
“Si el efectivo acaba desapareciendo, todo el mundo deberá tener una cuenta bancaria y una tarjeta de crédito o de débito. Todo estará sujeto a las decisiones de las entidades privadas y, si estas deciden poner más comisiones o cerrar el grifo para ciertas personas, la situación puede ser crítica”, advierte August Corrons, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.
Si hoy los bancos cargasen con tipos negativos a sus depositantes, éstos podrían sacar su dinero convirtiéndolo en efectivo y guardarlo debajo del colchón (o donde quisieran). Sin embargo, si los bancos centrales ven necesario recurrir a los tipos de interés negativos, como ha ocurrido y sigue ocurriendo por ejemplo en la Eurozona, los bancos comerciales podrían optar por traspasar este coste a sus clientes, que tendrían dificultades para evitar este peaje.
En la misma dirección se expresaba Jesús Sánchez Lambás, vicepresidente ejecutivo del Instituto Coordenadas, en un trabajo publicado en 2017. El uso exclusivo del dinero de plástico o de los pagos online exigen una bancarización total de las sociedades en las que se aplican, lo que excluye a enormes núcleos sociales que viven ajenos a esa exigencia. De esta manera, afirma que el dinero en efectivo garantiza la inclusión financiera.
“No se puede actuar de forma que masas importantes de la población queden fuera del sistema financiero por frenar el uso del efectivo”. El estudio también analiza el papel moral del dinero en efectivo en la sociedad, concretamente en “el refuerzo de la libertad personal de cada uno”. En este sentido, sostiene que contar con dinero en el bolsillo “otorga poder y libertad a quien lo posee”, ya que “puede adquirir lo que quiera sin dejar rastro ni dar explicaciones”.
“Un mundo sin efectivo es una espada de Damocles sobre la libertad individual”, señala el Instituto, “pues somete al escrutinio de las instituciones hasta los actos más íntimos”, concluía este experto.