Sebastián Ponceliz se instaló en Estados Unidos hace veinte años y en el 2013 fundó la compañía Odyssey Group US. Hoy la empresa se ha transformado en una importante desarrolladora del negocio de ATM y Vending Machines (máquinas expendedoras), una opción que se ha vuelto muy atractiva para los argentinos. Por Gustavo Kogan
El negocio de las propiedades, o real estate, es la inversión tradicional de un argentino pero también de muchos extranjeros en los Estados Unidos. Un inmueble muy bien administrado en el estado de la Florida puede dar entre un 3% y un 6% dependiendo de la zona, la administración y la tasa de ocupación. Pero hay otras opciones más originales y que lucen mucho más atractivas: los cajeros automáticos. Según Sebastián Ponceliz, la rentabilidad puede llegar al 10% sólo el primer año, el segundo puede trepar del 25% al 35% y el tercero del 40% para arriba.
“Por un lado la rentabilidad es atractiva y por otro lado está la cuestión aspiracional de tener un negocio propio en Estados Unidos, de caja diaria porque la disponibilidad de fondos es inmediata y que además se puede controlar desde la Argentina, en forma remota, en tiempo real, y que factura en dólares”, señala. Y agrega: “El de los ATM es un negocio sin fisuras”.
La comisión que se cobra por cada transacción difiere según la zona. En Manhattan es de U$S 1,50 o 2 y en Miami llega a ser de U$S 7. ¿Por qué es esto? “Porque un cajero en la 5ta Avenida a la calle hace 500 transacciones por día mientras que uno en Wellington en La Florida, hace 100 por mes, pero al ser más cara la transacción, la rentabilidad se mantiene” explica Ponceliz.
Todas estas características provocaron que muchos argentinos piensen en invertir en este negocio. Tanto es así que hoy el 90 % de los clientes son argentinos.
“El inversor argentino es un inversor sofisticado, con un perfil muy distinto al del brasileño, que entiende de rentabilidades, que conoce mucho Estados Unidos, pero es desconfiado”, aclara. ”Gan parte de mi trabajo como dueño de la compañía es “evangelizar” al posible inversor. Hoy el 99 % de los inversores argentinos va a las propiedades y por más que entiendan que esto es un buen negocio necesitan conocer todas las variables” cuenta Ponceliz.
A diferencia de lo que pasa con las propiedades, hay un target variado de gente que decide invertir en este negocio. Desde una pareja de trabajadores en relación de dependencia que tenían ahorros, pasando por pequeños empresarios que tienen un excedente de dinero de alguna operación, hasta grandes empresarios.
La inversión mínima es de cien mil dólares, que equivalen a veinte cajeros automáticos, el hardware, la búsqueda de la locación, la instalación del aparato, la programación, la conexión con la plataforma de comunicación y la carga de inicio. A eso se suman mil dólares de capital de trabajo (el dinero que va dentro de los cajeros)
Pero además, los ATM le dan al inversor la posibilidad de un negocio extra. Cada ATM en su parte superior tiene una pantalla interactiva con un software que lee el sexo y la edad de los usuarios y en base a eso proyecta publicidades acorde a quien extrae dinero. Esto permite multiplicar el negocio porque un porcentaje del ingreso por publicidad es para el dueño del cajero.
Ponceliz es muy optimista sobre el crecimiento del negocio: “El límite es infinito. Acabamos de cerrar un acuerdo para instalar los primeros cincuenta ATM en Manhattan y estamos trabajando una posibilidad para instalar setecientos cajeros en Los Ángeles. La empresa está creciendo y nuestra capacidad para instalar es muy grande, es difícil dar un número, infinito suena a mucho, pero es casi una verdad, no tenemos un número preciso de a cuántos podemos llegar”, sostiene.
En Estados Unidos, el 45 % de todos los cajeros automáticos que funcionan son de redes privadas y un grupo de diez corporaciones, entre ellas Odissey, tienen más de mil cajeros automáticos. El resto pertenecen a los bancos.
¿Dónde se encuentran los cajeros de inversores privados? En los lugares más diversos: hoteles, aeropuertos, bares, en las peluquerías y en los spa de uñas, en night clubs, en estaciones de servicio, en edificios corporativos, en barrios privados, en ferias y hasta en foodtrucks.