Sin haber consolidado su plan económico, el Gobierno enfrenta su primer desafío electoral con mucho para arriesgar. Los inversores lo saben y decidieron adoptar una postura cautelosa. El riesgo país pasó de los 390 a los 440 puntos en cuestión de pocas semanas, las acciones quedaron lejos de sus máximos y el dólar recuperó terreno rápidamente hasta rozar los 18 pesos. En todos los casos se trata de manifestaciones inequívocas del “wait and see” que se apoderó de los mercados.
Resultaría demasiado dramático asegurar que la elección es “a todo o nada”. Pero es cierto que la presencia de Cristina Kirchner le puso un condimento especial a la contienda. La ex presidenta sabe que su bastión es el segundo y tercer cordón del populoso conurbano. Allí está su núcleo de votantes, que le permitiría no sólo aspirar a una senaduría por la provincia de Buenos Aires, sino incluso ganar la elección en el principal distrito del país.
Aún en caso de que se dé el escenario más temido por los inversores, resulta aún muy prematuro concluír que el kirchnerismo tiene verdaderas chances de volver al poder en el 2019. Lo más probable es que resulte imposible que se dé semejante escenario. Pero lo que se estará observando es el verdadero apoyo del Gobierno de Cambiemos y en particular el margen de maniobra para profundizar lo realizado desde la asunción de Mauricio Macri hasta ahora.
Desde la Casa Rosada se entusiasmaban inicialmente con el panorama electoral: un peronismo fragmentada por lo menos en tres partes y la posibilidad de asestarle un golpe de knock out. Ahora las cosas se ven algo diferentes. El riesgo que enfrenta el Gobierno es significativo, aún ganando la elección a nivel nacional. “No puede ser que Cristina siga siendo una alternativa”, se quejan muchos políticos, pero también los hombres de negocios.
Paradójicamente, los números de la economía empiezan a jugar a favor. Los datos oficiales ya muestran niveles de crecimiento interanual cercano al 3,5% y posiblemente el año termine con un piso de 3% de repunte tras la caída del año pasado. El campo y la construcción lideran el rebote, pero sectores que venían más rezagados como la industria también muestran mejoras, aunque comparan con niveles muy bajos del año pasado (el segundo y el tercer trimestre fueron especialmente flojos). Además, la inflación se ha desacelerado, aunque menos de lo esperado por el Banco Central, y el déficit fiscal es alto pero se encuentra dentro de los límites previstos. Además, factores exógenos juegan a favor: la tasa en Estados Unidos se mantiene baja, Brasil dejó de caer y la soja recuperó más de 10% en los últimos dos meses.
Estos datos que en otro momento hubieran impactado más que positivamente sobre los activos financieros, hoy pasan casi desapercibidos. Son vistos apenas como una anécdota o un rebote casi obvio luego de una caída fuerte como la de 2016.
La gran ola de subas del mercado local coincidió con la decadencia kirchnerista a partir de la elección de 2013. Aquel comicio marcó el principio del fin para Cristina y la llegada de algo nuevo, que terminó siendo Cambiemos.
En el 2017 se pone en juego algo similar: una señal que indique si esta etapa se prolongará en el tiempo o se trató sólo de un accidente ante un régimen que había entrado en decadencia. Por eso, el Gobierno arriesga y mucho en las próximas elecciones, cuyo resultado todavía es impredecible para la mayoría.