Millones de personas se conectan a través de las redes sociales. Y un número creciente lo hace para darle un nuevo giro al negocio financiero, amenazando los cimientos de la banca tradicional. Un ejemplo son los créditos otorgados por una gran cantidad de prestamistas. Pero ahora también se puede hacer una “vaquita” para invertir en recitales y hasta financiar libros del club de los amores. Por Jorgelina do Rosario
Las distancias se acortan tan sólo con unos clicks. Esos clicks también reducen tiempos, borran fronteras y acercan personas. Y ese sonido, ese acto físico al frente de una computadora, una tablet o un celular llegaron para quedarse en la economía. La Argentina –como sucede en el resto de América Latina- está en plena etapa de desarrollo de plataformas para intercambiar productos y servicios en la web que hoy ponen en jaque a las empresas tradicionales.
La economía colaborativa plantea una “revolución” de la mano de la tecnología con la lupa en la idea de compartir. Airbnb, Uber y BlaBlaCar son empresas que dejan en claro que hay un gran negocio detrás que genera empleo y marca un cambio cultural. Tal es así que se habla de “uberización”. Todas comparten, pero no están hechas con el mismo molde. Hay compañías que alquilan, otras que prestan, algunas que intercambian, otras que colaboran.
La Argentina tiene un largo camino para recorrer, aunque está bien posicionada en América Latina. Junto con Brasil y México, son los países con mayor número de iniciativas de economía colaborativa en la región, según un estudio de IE Business School y el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN), el laboratorio de innovación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Los préstamos entre personas a través de la web es el mar en el que Afluenta navega casi solo en la Argentina. A cinco años de su creación, 4.000 inversores ya les prestaron a 7.000 personas efectuando un millón de transacciones por $200 millones en créditos financiados. Con todo, los valores todavía están demasiado lejos de preocupar al negocio tradicional, el de los bancos.
“Si las finanzas son colaborativas, es importante que te financien varias personas. En este negocio es muy fácil dar un crédito, el desafío más importante es cobrarlo”, aseguró Alejandro Cosentino, presidente de Afluenta, a Road Show. Para los inversores, la tasa de retorno anual se ubica en un 43,1% en promedio.
La empresa conecta a las personas que necesitan préstamos con los inversores y el año pasado se hizo de U$S 8 millones de un financiamiento entre la Corporación Financiera Internacional -una institución del Banco Mundial que invierte en el sector privado- y el fondo Elevar Equity, que se convirtieron en accionistas. Afluenta ya desembarcó en Perú, México y a fines de 2017 llegará a Colombia. El paso en el mediano plazo es bailar al ritmo de otro idioma: buscarán llegar a Brasil.
Los que piden créditos tienen un rango de entre 39 y 43 años y se los considera como una “mini Pyme”. Solicitan los créditos a través del celular fuera del horario bancario y lo usan para arreglar la casa, cambiar el auto o para invertir en emprendimientos. Un 15% lo utiliza para cambiar deuda cara por barata, como cuando la tarjeta de crédito se encuentra “totalmente tomada”.
De otro lado, nueve de cada 10 inversores son hombres y tienen un promedio de 36 años, con una fuerte vinculación con la tecnología. “Tienen 50.000 pesos en promedio para ofrecer el crédito. Lo usan como un sistema de ahorro para volver a invertir tras recibir el retorno. A muchos les estamos enseñando el valor del interés compuesto”, agregó Cosentino.
De música y finanzas
¿Alguna vez escuchó hablar de crowdinvesting? Una palabra más para agregar al diccionario de la economía que viene. La fórmula que devuelve a sus inversores un retorno en proporción al éxito que se obtiene por su inversión se cruzó no sólo con la tecnología, sino también con la música.
Rodrigo Segal y Javier Hasbún son los creadores detrás de Weeshing, una plataforma chilena que este año llega a la Argentina. La empresa junta inversores –entre ellos, muchos son fans- para financiar recitales. En el país trasandino funcionó con bandas como Garbage, Megadeth, Los Babasónicos y el cantante Morrissey.
“Se financiaron 80 shows por 3 millones de dólares. En la Argentina, ya está la empresa constituida y estamos por cerrar los primeros acuerdos para publicar en la web los shows en los que se podrán invertir”, explicó Francisco Badano, Country Manager de Weeshing Ar.
En diálogo con Road Show, Badano aseguró que los artistas se eligen de una propuesta que llega por productores que buscan financiamiento para un concierto, y también están atentos a las novedades del mercado. Weeshing busca financiar el 50% de cada espectáculo, pero sí financian el 100% de los costos que hay que abonar por adelantado para solucionar el tema de la liquidez.
“El productor viene con el show, nos ponemos de acuerdo con el monto, los márgenes de rentabilidad que les ofrecemos a los inversionistas, se arma la campaña y se sube el show a la web. Desde la plataforma se comienza a invertir”, enumeró. Luego se espera el resultado del espectáculo para saber qué rentabilidad dejó.
La página web ofrece un simulador de inversión para observar la rentabilidad posible y luego el dinero se transfiere de forma electrónica. “La rentabilidad promedio es del 25% anual en dólares, pero nuestro modelo de negocios es que los plazos son más cortos: el retorno se obtiene cuatro meses después de que se realiza la inversión”, adhirió. El 60% de los inversores proviene del mundo de las finanzas o se dedica a hacer inversiones, mientras que el 40% restante son más pasionales, apuestan por un músico o banda específica.
Un espacio para todos
El concepto de economía compartida no sólo estableció un nuevo concepto de propiedad, sino que marcó un antes y un después en la forma de emprender. Y si bien los espacios de trabajo compartido no son una novedad, el formato de coworking no para de crecer. Alquilar espacios con esta modalidad les permite a las pequeñas y medianas empresas reducir costos.
We Work es otra de las empresas que desembarcará a mediados de mayo en Buenos Aires con una inversión de $250 millones. De origen norteamericano, se instalará en un edificio de 25 pisos en la zona de Retiro con 1.000 escritorios en una primera etapa que estará operativo las 24 horas, los 7 días de la semana. Los espacios de trabajo de la nueva Torre Bellini se complementarán con amenities como cabina de DJ, salas de juegos, de meditación y reuniones. La terraza con parrilla termina de darle el toque argentino.
Patricio Fuks, el titular de la empresa que estará a cargo de la sede número 113 en el mundo y la primera en la ciudad, escribió en su blog: “Los argentinos son emprendedores naturales. Ya sean artistas o ingenieros, diseñadores o ejecutivos, tenemos una gran habilidad para ver potencial en medio de los cambios y pasión por generar oportunidades de negocios increíbles”.
Bajo este panorama, las fintech aún poseen obstáculos en obtener ganancias y generar la confianza necesaria para conseguir clientes de forma masiva. Pero un estudio de la consultora PwC reveló que el 64% de los adultos participarán del consumo colaborativo en 2025, con un impacto global de USD 335.000 millones. Más allá de las piedras en el camino corto, el largo plazo deja en evidencia que compartir no es sólo una ideología, sino un gran negocio.
El impacto fintech
La conjunción entre finanzas y tecnología es material de estudio hace unos años. Y los beneficios se empezaron a comprobar. Cinco de cada 10 bancos, aseguradoras y administradores de fondos consideran que aliarse con empresas fintech impulsó sus ganancias, según una encuesta realizada por el estudio de abogados Mayer Brown.
Y al trabajar con proveedores del área, el 87% de los encuestados pudieron reducir sus costos, ya que se gasta menos en desarrollar nuevos servicios para los clientes y con la tecnología se agilizan procesos tradicionales que llevarían más tiempo. Además, 83% de los encuestados enfatizaron que asociarse con este tipo de empresas les permitió renovar la marca.
Los resultados de la encuesta demuestran que no todas las empresas tradicionales ven en el fintech una amenza, sino una oportunidad para adaptarse y cambiar. Por ejemplo, la entidad de origen español Bankia –fundado en 2010- fue una de las primeras en crear una incubadora enfocada en las empresas del sector. El informe del MIT bajo el nombre de “Manifiesto de la Banca Digital: ¿el fin de los bancos?” advierte sobre la renovación integral que deberán hacer las empresas si no quieren perder todo frente a gigantes como Facebook, Google y Amazon, que comenzarían a desarrollar negocios en torno al sistema de pagos y moneda digital.