El año que está terminando fue complejo para los activos financieros. Los papeles norteamericanos tuvieron un fuerte ajuste, pero hay buenas señales para ser optimistas. Por Santiago Palma Cané
Estamos entrando en los últimos días de un 2018 que se había iniciado con buenas expectativas para muchos inversores, generadas por el potencial retorno positivo que podían producir la consolidación del crecimiento global sincronizado iniciado en 2017 y los recortes de impuestos implementados por el gobierno de Trump. Pero finalmente ha resultado un año difícil para el mercado de acciones y bonos norteamericanos. EE.UU. se encuentra a las puertas de un 2019 que presenta una coyuntura económica interna y global que ofrece oportunidades, pero también riesgos y desafíos a la vista que deberán ser debidamente considerados al momento de definir la estrategia de inversión para el año próximo.
La economía norteamericana se encamina a cerrar un sólido 2018 con un crecimiento estimado del PBI del orden del 3%, que ha sido impulsado fundamentalmente por el enorme plan de estímulo fiscal implementado por la administración Trump. Con esto se consolida uno de los períodos de expansión económica ininterrumpida más largos de la historia norteamericana, que se encamina así a cumplir nueve años. El mercado laboral se encuentra casi en pleno empleo, los indicadores de confianza del consumidor y empresaria están en niveles máximos, las ventas retail vienen creciendo por encima del 5% anual y las ganancias empresarias de las compañías del S&P han aumentado un 25% respecto de las de 2017. Pero la sólida performance de la economía estadounidense no ha tenido su correlato positivo en los mercados a la fecha. En los últimos 60 días hemos visto fuertes correcciones en los valores accionarios, que han llevado al S&P 500 a retroceder casi a su valor de cierre del 31 de diciembre del año pasado, lo que representa un deterioro significativo de las valuaciones, si consideramos que los beneficios han aumentado tan fuertemente respecto de su nivel del año pasado.
¿Qué ha hecho que los inversores comenzaran a cuestionarse la sostenibilidad de los supuestos que apuntalaron a las acciones en los últimos años? En paralelo al muy buen desempeño económico acontecido, en los últimos meses dos factores han aumentado la incertidumbre general y el humor de los mercados. Por un lado el endurecimiento de la política monetaria de la Fed, que ha venido subiendo las tasas sostenidamente (tres veces este año) y que hasta hace poco se preveía haría cuatro subas más hasta fines de 2019, con el objetivo de ir moderando una inflación que hace ya varios meses se encuentra al alza y por encima del nivel del 2% que la autoridad monetaria se fija como meta. Por otra parte, también preocupa la escalada sin fin del conflicto comercial con China, por sus potenciales efectos negativos sobre el crecimiento, la inflación y la confianza de los operadores económicos.
Para el año que viene se prevé que la economía de EE.UU. crezca un 2,5%, aun viéndose favorecida por los derrames positivos que el paquete fiscal genera en el bolsillo de los consumidores y de las empresas. Las estimaciones de las ganancias corporativas también son optimistas, previéndose que las mismas tendrían un crecimiento del 12% respecto de las de este año. En paralelo, los efectos de las tensiones comerciales entre Washington-Beijing se harán sentir. Más allá de la tregua que sellaron en Buenos Aires Donald Trump y su par de China, Xi Jinping, la grieta que los separa todavía es ancha. Por otra parte, se prevé que el crecimiento económico global será menor al de este año (ya se ven claras señales de desaceleración en Europa, Japón, China y en otros emergentes). El mayor interrogante se abre en torno del que hasta hace unos pocos días representaba uno de los mayores riesgos al crecimiento en 2019: la profundización del endurecimiento de la política monetaria estadounidense. Y es que como se comentó anteriormente, se daba casi por descontado que la Fed seguiría subiendo sostenidamente las tasas a lo largo del año entrante. Pero el miércoles 28 de noviembre el titular de la Reserva Federal sorprendió a todos cuando pronunció un discurso en el que afirmó que las tasas de interés “están justo por debajo” de su nivel de equilibrio (el punto en el que no necesitaría bajarlas ni subirlas), lo que fue interpretado como una indicación de que la política de endurecimiento monetario que lleva la Fed hace tres años podría estar cerca de terminar. Esto generó un rápido cambio de humor en los mercados y abrió un nuevo escenario para los activos financieros en general.
Si tal como prevemos Estados Unidos puede alcanzar un sólido crecimiento del producto y de las ganancias corporativas en 2019, si le sumamos que la Reserva Federal podría poner “en pausa” el proceso de suba de tasas y si consideramos que los múltiplos de ganancias por acciones, que se encontraban en niveles muy altos cuando las acciones tocaron valores récord en septiembre, han vuelto a valores más razonables luego de las fuertes correcciones que sufrieron los mercados en los últimos dos meses, podríamos encontrarnos ante un escenario atractivo para las acciones del S&P 500 en 2019. En la definición del camino a seguir será clave sopesar los riesgos antes descriptos y monitorear la evolución de la dinámica comercial China-EE.UU., la evolución de las presiones inflacionarias que vienen en alza y los pasos concretos que vaya dando la Fed en los meses siguientes.