On boarding remoto digital para una inclusión financiera universal

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Mateo Píccolo, uno de los responsables de la mesa de innovación del Banco Central, escribió un artículo sobre las ventajas del uso de la tecnología para que más gente pueda acceder a los servicios financieros.

Empresas y familias diariamente se identifican ante prestadores de servicios financieros –bancos y otras entidades financieras, empresas FinTech, empresas no financieras emisoras de tarjetas de crédito y compra, etcétera–, algo necesario pero costoso en tiempo y dinero para todos. La tecnología tiene mucho para dar en agilidad de procesos de identificación, haciéndolos menos costosos y más amigables para el usuario. Las herramientas ya existen y sólo queda transitar el camino de adoptarlas responsablemente.

¿Cómo puede identificarse hoy al cliente de productos y servicios financieros? ¿Qué avances tecnológicos se vienen en este sentido? ¿Cómo impactarán esos avances en el ecosistema financiero? Estas son las preguntas que se intentarán abordar sucintamente en este artículo.
Para comenzar y a grandes rasgos, le daremos al concepto “identificación” dos acepciones: validación de identidad y consentimiento. En el primer caso se trata de probar que soy quien digo ser; por ejemplo, para loguearme en HomeBanking o realizar una transferencia mediante un cajero automático. En el segundo nos referimos a “dar el OK” a un contrato como puede ser el otorgamiento de una tarjeta de crédito o la contratación de un préstamo personal.

Sobre la base de lo establecido en la legislación de fondo –en particular, en el Código Civil y Comercial de la Nación–, los sujetos regulados por el BCRA pueden hacer uso de figuras reglamentadas por esta Institución con el fin de habilitar nuevas formas –más ágiles– para “validar la identidad”1 y “obtener el “consentimiento”2 y, de esa forma, promover la inclusión financiera. Para validar su identidad, al cliente se le piden pruebas tales como usuario y contraseña de HomeBanking o la propia tarjeta de débito al operar en un cajero.

A su vez, para otorgar consentimiento, un cliente puede o bien firmar con su puño y tinta –la firma ológrafa tradicional– o bien puede hacerlo sobre un dispositivo electrónico con determinadas medidas de seguridad que reemplacen el rol de la pericia caligráfica –la firma ológrafa digitalizada–.

Sin embargo, ambas acepciones de la “identificación” del cliente están a punto de verse revolucionadas por diversas implementaciones tecnológicas, lo cual podría llevar a las prácticas actuales al desuso.

En materia de “dar consentimiento”, la Ley 25.506 (“Ley de Firma Digital”) sentó las bases para reemplazar lo que se conocía comúnmente como “firma” de puño por un proceso de transmisión de información que sirviera a los mismos efectos. Este proceso, llamado firma digital, tiene la misma validez legal que la firma de puño gracias a sus estándares de seguridad; sin embargo, hasta el día de hoy no ha sido adoptado masivamente por el público debido a su alto costo y difícil usabilidad.

Este escenario está a punto de cambiar con la implementación de la firma digital remota, proyecto liderado por el Ministerio de Modernización3. La mejora introducida por este proyecto consiste en remover el principal obstáculo que generaba fricción para adoptar la firma digital anteriormente: el proceso de transmisión de información para la firma se podrá llevar a cabo ahora en servidores remotos en lugar de necesitarse un dispositivo móvil (token) para firmar.

Además, se prevé multiplicar las “bocas de enrolamiento”, que son los sitios físicos a los que cualquier persona puede acudir para registrar su firma digital y así poder empezar a usarla.

El Ministerio de Modernización también está realizando su aporte respecto de la validación de identidad, al abrir la posibilidad a terceros –entre los que se cuentan los prestadores de servicios financieros– de que contrasten si una persona es quien dice ser mediante datos biométricos faciales comparándolos con la foto de esa persona que consta en las bases del Registro Nacional de las Personas (RENAPER). Es decir, se abre la puerta a un método de alta seguridad para identificar a un cliente, que consiste en comparar la foto que se toma el cliente –en conjunto con otros datos de su identidad, tal como el DNI– con la foto suya que es de registro público. Este método sirve para casos presenciales, pero es más valioso aún para el onboarding remoto. Además, se suma a otros servicios que el RENAPER ya provee a terceros interesados, como el reconocimiento de huella y la información sobre vigencia de DNI y fe de vida de las personas.

En este marco, el Decreto 27/18, en su parte pertinente4, ha receptado el concepto de “firma” aplicable a diversos instrumentos financieros, entre ellos el cheque y el pagaré. Ello señala que desde el Estado se reconoce el potencial de la tecnología en facilitarle la vida a las personas. Para el caso particular del sistema financiero, esto implica asimismo un ahorro de costos, mayor eficiencia y mayor comodidad en las transacciones diarias que todos realizamos.

Desde el BCRA se viene impulsando la implementación de estas soluciones de identificación del cliente mediante diversas líneas de trabajo. Entre ellas, puede mencionarse a la Mesa de Innovación Financiera5, que para 2018 cuenta entre sus desafíos la masificación de estas novedosas herramientas de identificación.

En síntesis, ¿cuál es el statu quo? Herramientas tradicionales que cuestan tiempo y dinero a oferentes y demandantes de servicios financieros. ¿Cómo puede mejorarse la situación? Implementando tecnología ya disponible para firmar documentos digitalmente y reconocer datos biométricos de forma presencial y, sobre todo, remota. ¿Qué se necesita para ello? Coordinación público-privada y proactividad de entidades financieras, empresas Fintech, tarjetas de crédito y restantes proveedores de servicios financieros, pero también receptividad de los usuarios a estas técnicas.

No olvidemos que para el usuario final esta tecnología implica una ganancia concreta: el día de mañana podrá elegir cualquier entidad financiera del país aunque viva en una localidad pequeña y remota con poca o incluso nula presencia de sucursales bancarias. En otras palabras, gracias a la eliminación de barreras físicas para prestar servicios financieros podrá optar por cualquiera de las entidades financieras del sistema. Sumado a eso, al masificarse las herramientas remotas de identificación el cliente se ahorrará tiempo de espera en sucursales.

Las nuevas técnicas para identificarse se suman a otras transformaciones del sistema impulsadas desde el BCRA para prescindir del efectivo –habilitando medios de pago móviles– y facilitar la movilidad entre prestadores de servicios financieros. Ejemplos de esto último son la posibilidad de abrir cajas de ahorros de manera remota6 y  la baja de productos y servicios financieros por la misma vía7. Si el usuario de servicios financieros está cambiando, también tienen que cambiar las herramientas para acercarse a él. En ese contexto, más facilidad y seguridad en la operatoria implica más prestadores disponibles (remotos), más competencia y beneficios para el usuario final.

Quizás a modo de cierre vale la pena reforzar el otro lado de la moneda: los usuarios de servicios financieros también debemos estar abiertos a utilizar las herramientas tecnológicas que redundan en beneficios conjuntos. Con ese ingrediente y algo de tiempo se irán multiplicando los casos de uso públicos y privados para dar consentimiento y validar la identidad mediante la tecnología al alcance de todos.

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